Lo que otrora se había tornado imposible, en esta nueva situación parecía plausible. De alguna manera, se encontraba en una situación completamente diferente a la esperada, y obviamente, no estaba preparado.
De esa carencia de preparación. De tener que interactuar con los elementos. Con lo que acontece en tu día a día, de una y mil maneras diferentes. Estos escritos se sumergen en cómo los seres racionales se tornan irracionales.
Estaba oscuro fuera, aunque dentro no se estaba mal al calor de la calefacción, que socorría ante el gélido viento invernal que trataba de colarse por las ventanas. Oscuro y frío, por describirlo de manera coherente, que era cuasi la misma ambientación que causaba ese tipo de tiempo.
En cualquier caso, lo relevante es que nuestro sujeto se encuentra disfrutando de su estancia en la realidad de que qué, aunque fuera haga frío, siempre es posible enmascararlo, obviar e incluso, ignorarlo.
No pasaba nada en particular, nada más alejado de lo que siempre la rutina trae y ofrece a los seres que se habían postrado ante ella. No es sumisión, sino una especie de acuerdo por el cual ambas partes se comprometen a la paz (dejando de lado cualquier aspiración superflua o que requiera alejarse de la adorada rutina). Este humano vivía precisamente de esa manera. Y ese tipo de vida, por ende, no traía demasiadas sorpresas.
Cada día amanecía igual, o parecido. A veces antes, a veces con más y otras con menos luz. Los pasos a seguir para tener un día 'satisfactorio' eran fáciles, trabajar, obligaciones, casa y dormir. Si acaso algo más, con ocio de por medio, siempre fuera de las 8 rutinarias horas del del 9 a 5 que resonaba de fondo en tantas personalidades.