La autovía

La autovia frente a su balcón seguía haciendo el mismo ruido de siempre, y eso que se trataba de un domingo mundano. Aquel maldito ruido día tras día. Como si esos conductores decidiesen darse el gusto diario de calentar el asfalto, enjuagar los cilindros en combustible (si acaso algún portentoso que podía permitirse el litio de las baterías…). Pero siempre lo mismo, el sonido constante de los vehículos que rebotaban entre los edificios y paneles acústicos llenos de grafitis.

 

Los grafitis variaban algo más que los sonidos de los vehículos. De hecho, jugaban un papel bastante concreto con sus sutiles y constantes cambios. El paso del tiempo. El cómo aún en la rutina de los ruidos y días, aquel entorno seguía transformándose, con nuevas pinturas, nuevos tags firmados en esas paredes. No tenía a uno que gustarle aquello, pero recordaba una vez más aquello del "Tempus Fugit".

 

Y así continuaba el tiempo y la vida del individuo. Otra vez arrastrado al tiempo, al paso de él y a la evidencia de que no era ya posible plantearse ideas mundanas. Los grafitis cambiaban pero los coches seguian circulando como antes. Una vez más hacían resurgir en el sobre las ideas de un cambio. De una alternativa a morir joven o viejo de manera predestinada. Nada de héroes o aventuras, que le jodan a la fama se decía a si mismo. Algo sencillo, que le permitiera ser libre en el alma sin tener que dejar de lado sus ideales o aislarse por completo de lo que la sociedad surtía como deidades.

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